En México, nuestros mitos, costumbres y tradiciones siempre van a estar presentes en cualquier lugar, desde la creación de un mole hasta la construcción de una casa, y el agave en la producción de mezcal ciertamente están incluidos.
Además de la trágica historia de Mayahuel y Quetzalcoatl, existen otras leyendas acerca de la divinidad del origen del mezcal como bebida espirituosa:
La Diosa Máyatl
Cuando el amor no es correspondido, los dioses pueden hacer de las suyas a su favor. Cuenta esta leyenda zapoteca que la Diosa Máyatl estaba perdidamente enamorada del guerrero Chang, quién nunca notaba su presencia. Sin poder retener más su amor, un día la diosa bajó y le ofreció de sus pechos un desconocido elixir al tímido Chang, él lo bebió y cayó así por primera vez ante los encantos del alcohol.
Él le pidió que le convirtiera en Dios para hacerla su mujer, la diosa emocionada le cumplió su deseo (Blomberg, 2000).
Mito Chatino
Se cuenta que, en sus fiestas, los Dioses no tenían luz, ni bebidas, ni cigarros, mientras que los demonios siempre estaban felices y rebosantes. Los Dioses intrigados preguntaron a amigos animales cómo podían saber lo que los demonios hacían para tener esa actitud siempre tan jovial, y fue el tlacuache quien se ofreció a ayudar.
El tlacuache, muy inteligente, llegó a casa de los demonios disfrazado de viejito y se acomodó en un rincón. Los demonios, generosos, comenzaron a invitarle todo lo que ellos consumían. Le ofrecieron copas de mezcal y muchos cigarros, el tlacuache, quien no parecía tener fondo, continuaba pidiendo de todo, pero en lugar de comérselo a escondidas llenaba su bolsa como botín para los Dioses. Llegado el momento dónde no le cabía más, fingió estar ebrio y se fue tambaleándose golpeando de pared en pared, los demonios reían cuando de pronto el tlacuache cayó en la lumbre y sintiendo quemar su pelo corrió lo más rápido posible rumbo la casa de los dioses.
A medio camino el tlacuache no pudo aguantar más, se abrazó de un tronco seco que prendió en fuego de inmediato y este aplacó sus llamas rodando en la tierra.
Llegando a la casa de los Dioses les entregó el mandato y les indicó del fuego que había prendido a medio camino. Así es como los Dioses se hicieron del mezcal, los cigarros y el fuego, y es por eso que el tlacuache tiene sus orejas y su cola peladas desde entonces (Blomberg, 2000).
Bibliografía
Blomberg, L. (2000). Tequila, mezcal y pulque. Lo auténtico mexicano. México: Editorial Diana.